Probablemente esté mal que lo diga yo, porque el proyecto es mío (y de Fran), pero es que de verdad lo creo: las mejores guías de viaje de Internet están en Comiviajeros.
Porque está claro, a veces se me va la olla escribiendo, como en la guía de Budapest, y me salen posts de más de 8.000 palabras, pero la realidad es que pocas guías vas a encontrar en Internet más completas y más sinceras que las de Comiviajeros. Y eso es así. La guía de Japón, la guía de Nueva York, la guía de Tailandia, la guía de la Ruta 66, la guía de Escocia…
Las encontrarás más bonitas. Con mejores fotos. Con autores más guapos. Con un diseño más moderno. Pero no más completas. Y eso es así.
La única putada es que nos queda demasiado mundo por ver.
Este nuestro pequeño bebé nació en un caluroso verano (el de 2017) sin muchas pretensiones y sin muchas ganas de triunfar. Y quizá por eso triunfó (y no me cuesta dar por hecho que lo ha hecho porque es así), porque llegó al mundo sin intenciones, sin obligaciones, sin ese ‘lo vamos a petar con esto’.
Apareció en nuestras vidas como el devenir natural de los días. Acabábamos de mudarnos a nuestra actual casa y estábamos ávidos de proyectos y llenos de ganas por hacer cosas. Porque si algo nos caracteriza a Fran y a mí es que NECESITAMOS hacer cosas. Y uso el verbo necesitar, porque es el verbo correcto. No es querer, no es gustar, no es apetecer, es necesitar.
Y con cosas no me refiero a hacer planes. Me refiero a hacer cosas de esas en las que pones un trocito de ti que ya no vuelve nunca más.
Llevábamos ya en la mochila unos cuantos tímidos proyectos fallidos que no terminaron nunca de arrancar por diversos motivos. Mi canal de Youtube, su web de series, televisión y videojuegos, nuestra pequeña agencia digital que se murió de éxito antes casi de nacer.
Y sin querer llegó el momento. Sin buscarlo. Simplemente Comiviajeros se nos apareció para convertirse en el proyecto más importante de nuestras vidas. Ese que con suerte se convertirá en nuestro único proyecto importante en el futuro. Nuestro oxígeno. Nuestro salvavidas. Nuestra jubilación. Ese trabajo con el que sueñan todos los amantes de los viajes como nosotros.
Pero voy a parar ya. Que llevo tanto tiempo sin escribir sobre otra cosa que no sea viajes, que me vengo arriba. Y no puede ser. Porque yo venía a escribir un artículo-excusa para poder colar algún enlace a Comiviajeros que nos dé un empujón en SEO.
Pero así es. Cuando algo te gusta, le abres la puerta y lo dejas entrar en ti y en tu vida hasta el punto de que eres incapaz de controlarlo. Porque ahora mismo estoy atrapada en estas palabras que necesitaban salir y estaban esperando pacientes el momento de ser escritas.
Y es que… ¿Hay algo más bonito que dedicar tu vida a algo que te apasiona? Ese algo que me apasiona es esto. Es poner letras una detrás de otra e intentar darles un sentido.
Y que ese sentido sea útil para alguien era la parte que me faltaba entender cuando me dí cuenta (hace ya muchos años, en París) de que escribir era mi vida. Era y es.
Todo lo que ha pasado alrededor de esto y en mi vida solo ha pasado para que me dé cuenta de que escribir era lo único. Lo demás ha sido un medio. Cosas que tenían que pasar para llegar hasta aquí. Aprendizajes necesarios. Acompañamientos útiles para entender.
Y de verdad, pocas cosas hay tan satisfactorias en el mundo como saber para qué estas aquí (en el mundo). O mejor, para qué quieres estar.
Y yo quiero estar para compartir con el mundo nuestros viajes y ayudar a los demás (poco o mucho) mientras me ayudo a mí misma y mientras hago lo que más me gusta.
Porque escribir me ayuda. Y voy más allá. Escribir me cura, me sana y me fortalece. Me hace sentir útil. Me hace sentir válida. Me hace sentir capaz. Escribir me ha ayudado a encontrar mi sitio (si es que hay un sitio para mí en toda esta locura). Escribir me ha ayudado TANTO a lo largo de mi vida. Tanto que ni siquiera soy capaz de explicarlo.
Pero voy a parar ya. Ahora de verdad. Porque todas estas líneas que han salido a borbotones me han servido para darme cuenta de lo orgullosa que estoy de mí misma y de nosotros por ser capaces de crear algo así: tan nuestro y tan de los demás a la vez.
Y yo he venido a hablar de mi libro. De nuestro libro. De nuestro bebé. De nuestro Comiviajeros.
Pero… ¿sabes qué? Que no sé si ahora mismo tiene mucho sentido que haga lo que había venido a hacer. Porque lo que he hecho me gusta muchísimo más.
Quizá otro día…
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