Algunos estudiosos de la comunicación consideran la información como un mensaje que consigue disminuir la incertidumbre del receptor. Además, la comunicación se reconoce como un proceso de intercambio de esa información, una permuta de ideas cuyo resultado es la creación de ideas nuevas o la reafirmación de las ideas que ya existían anteriormente. Debe ser por eso que en la Historia Universal, las grandes revoluciones de la Humanidad han estado en gran medida determinadas por los avances más importantes que se han dado en la capacidad de comunicación del ser humano.

A mis casi 23 años, he sido testigo de una de las revoluciones tecnológicas con más relevancia, me atrevo a decir, de la historia de la Humanidad. En tan solo unos años, hemos pasado de escribir cartas y enviarlas a su destinatario mediante su depósito en un buzón de correos, a estar comunicados con la gente que nos interesa al instante. Como bien afirma Cordeiro (1998, pág. 51): «la gran invención que encaminó la revolución de la inteligencia no es física sino más bien virtual, no tiene que ver con el hardware sino con el software. Esa invención es la World Wide Web (que significa en inglés telaraña global)».

La invención de Internet ha constituido no sólo una revolución en la forma de comunicarnos, si no que ha puesto “patas arriba” la forma que se tenía de entender el mundo hasta hace 25 años. Actualmente no somos capaces de concebir un mundo sin Internet. Yo misma, cuando tengo que realizar un trabajo para la universidad, o redactar una noticia en el trabajo es al primer sitio al que acudo. ¿Es un error?

¿Qué está pasando realmente?

Son muchas las veces que pienso en el periodismo y en las relaciones personales de antes de que existiera Internet. Yo he vivido hasta los 12 años sin él y no lo echaba de menos. Obviamente porque no había tenido oportunidad de probarlo. Sin embargo es imposible que no me plantee cómo un periodista antes tenía que levantar el teléfono continuamente. Supongo que es un periodismo con más mérito, un periodismo más elaborado. En la actualidad la mayoría de los periodistas son (o somos) meros filtros corregidores de notas de prensa escritas por otros.

Con las relaciones personales ocurre algo muy curioso. Los jóvenes de hoy en día sentimos una necesidad imperiosa de estar conectados continuamente con nuestros amigos en las redes sociales o con las páginas que nos interesan en Internet. Es como si se nos hubiese olvidado que existen formas diferentes de hacer las cosas. En el momento en el que tenemos una duda sobre cualquier cosa o queremos hacerle saber algo a alguien cogemos nuestro móvil, iPad, tablet, ordenador (o dispositivo con conexión que tengamos más a mano) y nos conectamos a la red. Es más, cuando no podemos hacerlo somos como drogadictos con “mono”. Experimento esa sensación varias veces al día: cuando la conexión falla, cuando el móvil se queda sin batería… Y supongo que como yo, serán muchos los que padezcan esta adicción.

¿Hasta qué punto es bueno que seamos tan dependientes de Internet? Es sin duda un gran adelanto para nuestra calidad de vida debido a los millones de posibilidades que ofrece en todos los aspectos, pero ¿qué pasa con las relaciones personales? Nos hemos acostumbrado a escudarnos detrás de la pantalla de un ordenador o de un móvil para decir las cosas importantes, y creo que eso nos hace menos “valiosos” como seres humanos y como personas. Recuerdo ahora un ejemplo bastante ilustrativo de esto en una película totalmente recomendable: “Up in the air”, de George Clooney; en la que una empresa de recursos humanos se plantea despedir a sus empleados mediante una video conferencia. ¿Es que nos hemos vuelto locos? Creo que es algo sobre lo que todos deberíamos reflexionar hoy.

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